RELATOS
A PROPÓSITO DE
ATAÚDES
Por Carlos
Augusto A. Lara Ugarte
Contenido
ATAÚDES DE PRIMERA Y DE SEGUNDA
LA PESADILLA EN EL CUARTO OSCURO REMODELADO
PREÁMBULO
En los años 30, la más equipada maestranza de
Cochabamba y con capacidad para producir ataúdes de madera a mediana escala fue
la de mi abuelo. Contaba con sierra sin fin, garlopa, grosadora, torno,
escoplo, operado por un motor alemán de más de 10 caballos de fuerza y un
sistema de transmisión de poleas acomodadas en canales de un metro de ancho y
profundidad, además de todo este conjunto de maquinarias y poleas se contaba
con una destajadora y mesones apropiados, todo en un espacio techado de
aproximadamente mil metros cuadrados.
En la maestranza por más de medio siglo se fabricó
ataúdes, se innovó y, en cierta manera, se asumió criterio de responsabilidad
social.
Se trabajaron marcos, puertas, muebles y ataúdes
entre otros trabajos en madera, pero los ataúdes y la maestranza sellaron mi
imaginario y de alguna manera marcó mi identidad familiar, de hecho, fui parte
de la última generación que asistió al ocaso de la maestranza.
La maestranza del abuelo, a su muerte fue
administrada y operada por el mayor de mis tíos y mi papa, la funeraria la
administró y la innovo el segundo de mis tíos. La funeraria tuvo su salón de
exposición, a cuadra y media de la Plaza principal de Cochabamba, un vitral
oscuro con una cruz y candelabros estampados y las referencias telefónicas
junto al nombre de la funeraria resaltaba la vitrina de un poco más de dos
metros. La maestranza siempre se mantuvo en el mimo lugar.
He aquí, algunos relatos, para reflejar una mínima
parte de mi percepción sobre nuestra honrosa familia de funerarios y
carpinteros.
LOS SOLDADOS OLVIDADOS
La tarde que me recogió de la escuela Melchor Guzmán
Quitón, ubicada sobre las calles 16 de julio y la Bolívar, en la ciudad de
Cochabamba, señalando las viejas paredes y construcción de dos plantas, ya casi
derruidas de lo que fue otra escuela, en la otra vereda, mi tía me contó;
-
En
ese patio descansaban los soldados campesinos, obreros e indígenas que eran
trasladados a los campos de combate durante la guerra del Chaco. También acá
llegaron los soldados heridos en la guerra, y muchos de ellos ya sin vida.
Se refería a una parte de lo que ahora es el espacio
de la plazuela Busch y que en los años 30 fue campamento, centro de salud,
cementerio y morgue de reclutas y soldados.
Mira, me dijo.
-
En
cada árbol y banca alumbrada por ese tenue farol, reposan y deambulan aún las
almas de soldaditos, reclamando la oración familiar.
En la maestranza de mi abuelo se trabajaron los
ataúdes que sirvieron de morada final a muchos soldaditos olvidados.
LOS FUNERARIOS
Mi abuelo a un poco más de 40 años de vida no fue a
la Guerra del Chaco, pero percibió la atrocidad de la misma en sus
consecuencias sociopolíticas asumiendo el rol al que se ajustó como proveedor
de ataúdes.
Su cotidianidad, además de proveer ataúdes fue la de
vestir y acomodar en los ataúdes a soldaditos muertos, y realizar la gestión
para ser sepultados en el Cementerio General, acompañar el dolor de los heridos
y la desolación de familiares y cercanos.
La muerte en cierta manera prematura del abuelo generó
la disgregación expectaticia de mis tíos.
El mayor de los hijos de mi abuelo, a la muerte de
este se hizo cargo de la maestranza, el segundo atendía la funeraria y de
manera intermitente en ambos oficios estuvo mi padre. Los demás hermanos y
hermanas siguieron estudios universitarios, pero la maestranza y la funeraria
fue el sello familiar.
En Cochabamba a muchos profesionales graduados de
universidades se les etiquetó por el oficios u ocupaciones de sus abuelos o
padres. Nosotros fuimos para la comunidad cochabambina los carpinteros y
funerarios.
Ahora, cuando me topo con alguien del mismo apellido
paterno al mío, ante la duda de saber si tenemos algún parentesco pregunto si
tiene familiares carpinteros o funerarios, si es así entonces sé que somos
familiares en algún grado de consanguineidad.
ATAÚDES DE PRIMERA Y DE SEGUNDA
Con los años, y en razón a aliviar el dolor de la
familia doliente, desde la funeraria se optó por elaborar ataúdes con cierto
criterio de solemnidad y de alta comodidad para el difunto, innovando ataúdes con
nuevas presentaciones y de mayor calidad.
Se empezó trabajando en ataúdes que en sus extremos
tenían la forma semicircular; en la parte superior de mayor diámetro que en la
parte inferior y los laterales formando un cono, por lo que se denominó para
exponerlos y para ofertarlos como ataúdes ovalados. Eran realizados con madera
mara, cedro o de pino, maderas que posibilitaban un terminado más fino y se
podía hacer tallados además del tapizado y almohadones para poner el difunto en
una posición de plácido sueño
Los ataúdes semejantes a los que se proveía en el
periodo de la guerra del chaco no dejaron de trabajarse, lógicamente con
algunas mejoras estéticas y molduras en la tapa del ataúd. Eran rectangulares,
pero se los ofertaba como ataúdes cuadrados porque formaban cuatro lados
rectos, normalmente de trabajaba con madera de ochoa.
Igualmente se mejoraron los candelabros fúnebres y
se liberaron a los dolientes de los molestos trámites en la Alcaldía, centros
médicos, cementerio y otros. En los servicios de la funeraria se incorporó
todos los aspectos administrativos que la alcaldía demandaba para ser enterrado
en el cementerio general u otro.
Entonces en la funeraria se ofertó ataúdes de primer
y de segunda. El cliente sutilmente lograba entender las diferencias de uno con
lo otro, y si su posición económica era solvente, asumía que el adiós a su ser
querido sería llevadero viéndolo en un ataúd tapizado, brillante y de terminado
fino. Estas dos ofertas no disminuían de ninguna manera la atención, empatía y amabilidad
que fue siempre preferencial e independientemente del tipo de ataúd.
En ese proceso de ayuda a mi padre, aun sin llegar a
la adolescencia percibí que el llanto, la tristeza y la angustia por el dolor
de una muerte están inmersos, principalmente en hábitos socio culturales; y en
cierta manera, la pronta resignación, sosiego y la recuperación anímica se subsumen
en los ingresos económicos de la familia doliente.
Ver al difunto en un ataúd de primera y en posición
de un plácido sueño mitiga el sufrimiento y refuerza el misterio de la
Resurrección y la Vida Eterna.
PRODUCCIÓN URGENTE
A finales de la década de los 60, mi tío siempre
expuso su capacidad de gestión. Un día llegó a la casa bastante agitado y
consultó con mi padre si podíamos disponer de más de 10 o 20 ataúdes de manera
urgente, algunos tendrían que ser forrados con cubierta interior de hojalata y
los otros de acuerdo a lo que se disponga en stock y lo que se pueda hacer en
razón a lo que exija el gerente del Lloyd Aéreo Boliviano (LAB).
Entonces se trabajó toda la noche y parte del día
para atender la demanda. Los ataúdes fueron llevados a las oficinas del LAB
ubicado en la calle San Martín entre la calle Perú (Ahora Av. Heroínas) y
Bolívar, y mi padre y mi tío con apoyo de los médicos forenses, enfermeros y
funcionarios del LAB empezaron a disponer y acomodar los cuerpos de personas
fallecidas, en los diferentes ataúdes, algunos cuerpos mutilados o y juntados
en sus partes más reconocibles.
Los familiares que habían estado por más de tres o
cuatro días en las puertas del LAB lloraban y reclamaban ver el cuerpo de sus
familiares fallecidos en el accidente acaecido en el centro minero de Viloco.
En el accidente murieron jugadores del equipo de
fútbol The Strongest, más de 70 personas y entre ellas el Capitán de vuelo, que
era vecino de una hermana de mi tía.
Los más fueron puestos en los ataúdes y algunos
directamente trasladados a otros departamento y países, a los demás los velaron
unas pocas horas antes de ser traslados al cementerio general de Cochabamba.
LA COMPETENCIA
Mi tía, esposa de mi tío, y de ascendencia alemana,
fue parte fundamental en la actividad de comercialización de ataúdes. Ella
recibía a dolientes, y con mucha presencia y elegancia exponía las cualidades y
costos de cada uno de los ataúdes, al tiempo de explotar la tradición y
prestigio ganado con los años.
En la maestranza algunos operarios de mi abuelo y de
mi papá aprendieron el oficio de la fabricación de ataúdes y desde emprendimientos
artesanales se constituyeron en la primera competencia de la maestranza en la
elaboración de ataúdes, de hecho, uno de ellos se convirtió en el proveedor de
la Funeraria de mi tío y de alguna manera se instaló una competencia interna en
la elaboración de ataúdes. Luego vino la competencia en la comercialización y
muchas otras funerarias, con ataúdes de menor calidad y menor costo se
instalaron a lo largo de la calle 25 de mayo entre el mercado y la Uruguay.
Mi padre abrió un espacio de exposición en la calle
Colombia esquina Antezana con ataúdes para todo bolsillo, pero en cierta manera
enfrentaba factores adversos, por un lado, la población de recursos medios
acudía a cotizar a las 3 o 4 funerarias casi contiguas ubicadas en la 25 de
mayo y de entre ellas optaban por los de su conveniencia.
El mercado de mi tío se redujo a las familias
tradicionales de Cochabamba, parte de San Pedro el casco viejo y el Prado. La
zona de mayor expansión estaba por el sur y el oeste, zona de alto comercio y
flujo peatonal, entonces los comercios en esa zona crecieron y entre ellos las
funerarias.
Con el tiempo, alrededor de los 70, la funeraria
dejó de tener cierto monopolio zonal y a la muerte de mi tío, mi tía se despojó
de la marca familiar, cambió de nombre y se comercializó ataúdes elaborados en
talleres pequeños por ex operarios de la maestranza.
La maestranza siguió con su propia dinámica, pero
con bajo impacto comercial en ataúdes y manteniendo su capacidad y
profesionalidad en la elaboración de marcos, puertas, ventanas entre otros. Su
capacidad se redujo al trabajo de mi padre y uno o dos operarios, los artesanos
trabajaban por cuenta propia en la maestranza y pagaban por el uso de la
maquinaria.
EL SUSTO
La maestranza tenía tragaluces y una buena
ventilación para trabajar durante el día, sin embargo, la iluminación de los
tubos de neones era insuficiente y dejaban muchas zonas en penumbras durante la
noche. Las más de las noches apenas se dejaba un grupo de tubos de neón
prendido.
Era de todos
los días ver ataúdes en procesos de elaboración unos en la etapa de armado,
otros en etapas de terminado, antes de ser trasladados a los salones de la
funeraria para ser barnizados a mano y con gomalaca, piedra pómez y alcohol de
quemar.
La familia del menor de mis tíos vivía al fondo de
la maestranza, y para salir o entrar a su vivienda se tenía que pasar entre
ataúdes y maderas preparadas para otros trabajos, evadiendo además las zanjas
de transmisión de poleas, y cuidando de no pisar la punta de algún clavo.
La noche que en la entrada a la maestranza me
apareció aquel hombrecillo de sombrero con ala ancha y de pequeño tamaño, yo
salía a comprar una botella de pisco, por encargo de mis tíos y de mi papá, al
verlo grité y al rato aparecieron mis tíos y primos mirándome y preguntándome
la razón de mi grito, mi tío había corrido hacia la puerta y mi papá buscaba,
no sé qué entre los ataúdes y maderas apoyadas en las paredes, revisó con
cuidado el ataúd que estaba junto a la puerta de entrada.
Al verme paralizado y con mirada perdida me
preguntaron por el grito, y ya recuperado contesté un tanto avergonzado lo que
vi y percibí. Mis primas me dijeron que la próxima tengo que orinarle e
insultarlo, así no volvería a molestarme el hombre pequeño
Fue la mejor idea y consejo que recibí en mi vida. En
adelante, antes de entrar a dormir a mi cuarto orinaba en el patio de tierra
próximo a la entrada a mi cuarto. Aún ahora lo hago.
EL CUARTO OSCURO
Entre las dependencias de la maestranza, había una
cuarto de aproximadamente tres por cuatro metros, y en su interior algunos
bustos de ángeles y santos de yeso y tela, muebles desechos y estantes todos
amontonados al azar. El cuarto lo usábamos para ocultarnos durante los juegos
con mis primos y primas, este nunca tuvo ventana abierta ni puerta cerrada, era
oscuro y solo se podía ver las siluetas de los objetos después de permanecer
algunos minutos adentro.
Removiendo objetos para crear espacio entre los
muebles, encontré una vieja guitarra, rota y con clavijas de madera, entonces
apropiándome de ella la refaccioné como se refacciona un ataúd u otro mueble de
madera. Usé cola de carpintería, añelina y apenas pude ponerle una capa de
barniz.
En esa guitarra aprendí los primeros acordes y notas
musicales, y quienes sabían de guitarra quisieron comprármela en razón a lo que
decían tenía un sonido único y agradable, pero lo que me ofrecían por la
guitarra apenas alcanzaba para comprarme tres juegos de cuerdas de guitarra.
Con la guitarra en mano o apoyada en una pared de mi
cuarto mis fantasías con seres y espacios sobrenaturales no me dañaban, los
lidiaba de manera racional y expandía sus profundidades sin ninguna angustia.
Con ella superé mis temores existenciales y superé una dura enfermedad.
La guitarra del cuarto oscuro se fue, el día empecé
a tocar una prestada.
LA PESADILLA EN EL CUARTO OSCURO REMODELADO
Bueno, y para mejorar la atención a la funeraria, mi
padre optó por ocupar lo que durante muchos años fue ese depósito oscuro.
Cuando fue remodelado, pintado y puesto en buenas
condiciones fue ocupado como dormitorio.
Por su ubicación, se tendría inmediata atención
cuando en horas de la noche viniesen a comprar ataúdes ya que estaba casi
adjunto a los salones de exposición de los ataúdes que se elaboraban en la
maestranza.
Yo barrí el cuarto, limpiamos la cama y nos pusimos
a dormir, entonces a media noche mi padre empezó con suaves murmullos y
quejidos de miedo, muchas veces ya había pasado eso, por eso no me preocupé y
solo actué como el protocolo familiar y de creencia lo establece, tratar de
despertarlo pero llamándoles en voz alta por otro nombre, así lo hice, pero no
despertaba y los quejidos eran más altos y más tenebrosos, asustado, muy
asustado me levanté para encender el foco, lo logré y por primera vez vi a mi
padre en esa situación de pesadilla. hablé un poco más y después de encender la
luz despertó.
Esa fue la única noche que dormimos en el cuarto, a
los pocos meses fue ocupado por mi tío, el menor de los hermanos, pero antes de
hacerlo el cuarto fue visitado por un cura y bendecido.
El no quiso hablar de la pesadilla de ese día, pero
me preguntó por esa guitarra rota que encontré en ese oscuro depósito, le dije
que la tenía en nuestro cuarto, entonces me recomendó cuidarla y no perderla,
ya que él no me compraría nunca más, una guitarra.
ELLOS BUSCAN SU NUEVA MORADA
Se acercaban los primeros años de la década de los
70, mi papá acordó sociedad con dos inversionistas y en ese cometido
implementaron motores individuales a tres o cuatro maquinarias. se rellenó una
parte de los canales de transmisión de poleas con lo que se generó mayor
espacio de trabajo. Se mejoró la iluminación nocturna con más tubos de neón, El
viejo portón fue cerrado, se abrió una ancha puerta como para que pueda entrar
una movilidad de mediano tamaño
la finalidad era dejar de elaborar ataúdes y
centrarse en la fabricación de muebles de madera, puertas, ventanas, marcos y
otros, pero dejar de fabricar ataúdes. Estos propósitos no prosperaron, la sociedad
no duró mucho, los amigos recuperaron sus inversiones con algunos trabajos de
mediana magnitud y no volvieron por la maestranza.
La maestranza volvió a la rutina de fabricar ataúdes
y con ello sus eventuales visitantes.
Siempre entendimos que, cuando un ataúd producía ruidos,
era porque un ocupante venía a probar su nueva morada, por ello nuestra
atención permanente por identificar a través de los crujidos, cuál ataúd era
visitado por su futuro morador.
Gracias por tener las palabras y poder describir la historia de nuestros antepasados, Familia Lara
ResponderEliminarSiempre la familia y el amor nuestros muertos, nuestros protectores
EliminarMuy lindo primo me recordó todo lo que vivimos en la carpintería
ResponderEliminarHay mucho mas por relatar, y lo haremos poco a poco.
EliminarMuy lindo primo me recordó todo lo vivido en la carpintería
ResponderEliminarAsi es Toñito, la carpinteria fue nuestro mundo, nuestra escuela y lazo de nuestra unidad familiar.
ResponderEliminarMuy grato tu relato, me acorde de mi infancia y las visitas con nuestra hnita mayor, a la maestranza de tu papito y de Don Jaimito. Saludos hnito cuidate Dios te bendiga, besitos a los pequeños de Teruca y a Teruca.
ResponderEliminarHola hermana, que bonito es recordar a nuestros tíos junto con los recuerdos de amor hacia nuestra hermana mayor. Nuestras oraciones para ellos.
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