MERCENARIAS: CINCO RELATOS
Contenido
ELLA
Mi amigo, conoció a una de ellas, él
las llamaba “mercenarias”. Me invito para que cantara algunas canciones
acompañado por una guitarra.
- Mi amigo, El Viejo, le dijo –
Tomamos una buena cantidad de vinos
alrededor de la mesa donde trascendía fragancias perfumadas contrastando con la
de la uva del vino y de tabaco.
Ante un ademán de ella y mi amigo canté
con atenciones bohemias viejas canciones de Roberto Carlos, José José, El Puma
y otros.
Ese mediodía los rayos solares golpeaban
el techo de paja de la pequeña cabaña, y las cuerdas de mi guitarra no dejaron
de vibrar al igual que mis cuerdas bucales; las ondas melódicas, si así puedo
llamarlas, rebotaban en la resolana de un lado de la cabaña al tiempo en que
adormecían los ojos del Gato. Él, mi amigo el Gato quedó dormido con los brazos
sobre la mesa y la cabeza sobre los brazos.
El vino y las canciones acompañaron y
consolidaron el sueño de mi amigo y cuando el sol perdía fuerza, ayudé a su “mercenaria”
a acomodarlo en una hamaca.
El vino y canciones inspiraban
nuestras miradas, pulsaron las preguntas y respuestas cortas para incitarnos a
la intimidad.
Cuando cesaron las canciones,
nuestras palabras entrecruzadas se confundieron mimetizándose con la voluntad
conjunta de callar y amar.
El silencio y el murmullo se
posicionaron poco a poco para que una pareja reine y dance en las penumbras de
la cabaña con techo de paja.
LA CURVA
En la rotonda antes de llegar al aeropuerto
de Cochabamba, sobre la avenida Siles resaltaba una ventanilla pequeña en la
puerta de madera, cubierta con hojalata y pintada de color café. La llamaban la
Curva
Cuando los amigos de ocio en el Prado
cochabambino me preguntaron si ya había ido a la curva, dije que no, y al calor
de sus comentarios y consejos, me comprometí hacerlo. Muchos de ellos relataban
la experiencia de subir al cielo, perderse entre las estrellas y danzar entre
siluetas de mujeres desnudas.
-Ve, dijeron, y aseguraron que en los
brazos de ellas aprendería la plenitud del placer
Entonces junté dinero y cuando asumí
que era lo suficiente fui a golpear la puerta de madera cubierta con hojalata.
Quien abrió no era un policía trasnochado y de mal humor, pero no estaba lejos
de ello.
Ya adentro en las puertas abiertas de
cuartos contiguos se exponían mujeres semidesnudas, unas sentadas, otras echadas
es sus camas, a la primera que me acerqué le pregunté el precio de la aventura
celestial, y comprobando de que el costo estaba al alcance de mis ahorros me
introduje en el cuarto, cerré la puerta. entonces poseído por una mezcla de
temor e incertidumbre, la mercenaria me ayudo a sacarme la camisa y al poco
rato, ella se aseaba y yo me subía el pantalón.
Al salir del cuanto supe que mis
ahorros fueron insuficientes para pisar el primer escalón al cielo.
Al día siguiente, en el Prado, en la
reunión de amigos me preguntaron el resultado de mi travesía, y respondí,
-Fue maravilloso, estuvimos más de
una hora juntos, la mujer gemía, me besaba y me apretaba contra sus pechos; fue
maravilloso, y como decían ustedes, hay que ir allá para conocer el cielo y la
plenitud del placer que dan esas diosas del placer-
MARTHA
Jugábamos a la pelota en la esquina.
Nos conocíamos entre todos los de la vecindad, incluyendo los que no jugaban.
Algunos amigos tenían más de una o
dos hermanas a las cuales no dejábamos de mirarlas el rato que pasaban, pero
siempre con la prudencia y el respeto meritorio
Martha era morena y la menor de las
tres hermanas de Marcelo, y sin darnos cuenta ella dejó de caminar con sus
muñecas y las cambió por carteras y maquillajes.
En esos azares de la vida a mi
hermano y a mí nos chismearon que la hermana menor de Marcelo prestaba
servicios de compañía en un burdel, entonces no solo nos entró la curiosidad de
confirmar este hecho, sino que nos entró el deseo de verla bailar, tomar un trago
y pasar la noche con ella.
Fue un viernes, pasada las 22:00,
fuimos allá, la vimos cuando pasó de largo entre juegos de luces y un rojo
dominante, pasó sin acercarse a la mesa que ocupábamos, casi con la misma
indiferencia a aquellos atardeceres en las que jugábamos en la esquina de la
vecindad-
Ella en el local no bailó, tampoco se
desnudó. Tomamos las cervezas que nos
emborracharon y terminamos encamados con otras. Yo le pregunte a mi ocasional
acompañante, mientras me desvestía, que pensaba de Martha, pero antes la describí
para que sepa de quien hablaba, me dijo que la llamaban Carmesí, y que estaba
embarazada, y que en una semana abandonaría el burdel.
Tiempo después, talvez cinco años o
más, la calle ya no tenía piedras ni tierra y aquellos amigos ya no nos juntábamos
para jugar, pero con frecuencia en la noche un niño de pelo ondulado y vivaz
corría detrás de la pelota que Marcelo , tío del niño, arrojaba en la vereda de
aquella esquina.
LA PILDORA
Con un amigo de Santa Cruz, quien,
hacia algunas gestiones en La Paz, acordamos ir a un Karaoke, era miércoles, estuvimos
cantando y de manera moderada, tomando vino. Aproximadamente a medianoche me dejó
en la puerta del alojamiento y al ingresar, ella, una mercenaria de alto rango me
saludó y mostrándome una lata de cerveza me ofreció un sorbo.
La invite a pasar a mi dormitorio,
ofreciéndole un vino, pero insistió en el sorbo de cerveza y finalmente su
coqueteo sensual e insinuante me convenció que un sorbo de cerveza, después de
tomar vino, no incidiría en una velada amorosa.
Entramos al dormitorio, la encargada
del alojamiento no dijo nada y no le pidió identificación. Supuse que así era mejor
Volví a tomar otro sorbo de la
cerveza, en señal de condescendencia, y disponer en mi boca el néctar para
humedecer sus desnudos senos.
Más de doce horas después, pasado el
mediodía, desperté desnudo, en medio de la cama. Aun dopado cuando no encontré
mi billetera, celular, lentes y algunas otras prendas de mediano valor como mi
cinturón, cortaplumas, gafas, gorrito entre otras asumí que fui pildoreado,
pildoreado como un muchacho novato
Buscando aun atontado solo encontré mi
Carnet de Identidad en el piso y mi laptop al fondo, debajo de la cama.
Nota: Mi Laptop siempre que salía del
alojamiento por prevención y por lo importante para el desempeño de mis
actividades lo ponía al fondo debajo de la cama.
BESOS EN LA DUCHA
Ella acudió a mi llamado, a las
18:00, nos vimos en la plazuela Uyuni, en la ciudad de La Paz, de allá la lleve
a mi departamento y en el tomamos un vino
-Vamos a un karaoke- Le dije
En el Karaoke tomamos tres botellas
de vino tinto y mientras la abrazaba la invité volver a mi departamento;
-Pero ni se tu nombre- Dijo
-Pedro, le conteste.
Mientras caminábamos me dijo que le
gustó cómo le canté y las atenciones dadas.
Compramos dos vinos más de la
licorería que encontramos sobre la ruta y al llegar a mi departamento al abrir
la puerta me pidió que la alce entre mis brazos y la lleve a la cama.
De esa misma forma también la llevé a
la ducha y retuve toda el agua que mi boca pudo recoger de sus senos y piernas.
Despertamos desnudos con las sábanas
mojadas, eran las 8 a.m. Entonces casi arrodillado, mis manos recorrieron cada
centímetro de su espalda. Ella dejó que me deje caer sobre su espalda, y
correspondió a cada movimiento con un susurro.
A las 10 am se vistió, arreglo un
poco su cabello, reviso su cartera y me pidió que la acompañe a tomar un taxi,
así fue y al despedirnos me dijo:
-Ningún cliente me llevo a la ducha a
besarme como tú lo hiciste.
Carlitos los relatos muy buenos con hechos que suceden en la realidad y que crean la expectativa de poder seguir leyendo otros relatos. Seguí adelante con estas bonitas inspiraciones un abrazo a la distancia Lucio
ResponderEliminarHola estimado Lucio, apoyado en lo que dices, asumo que nuestras vivencias están adornadas una veces y marcadas otras veces de situaciones parecidas a los relatos, y por lo mismo desde tu comentario me animo a escribir unos más. Saludos
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